Doctor Who necesita cambiar si no quiere morir


Pocos minutos después de que Roger Federer levantara su octavo título de Wimbledon, la BBC, como ya avisó unos días antes, anunció que la sustituta de Peter Capaldi como protagonista de Doctor Who a partir del próximo año sería Jodie Whittaker. Saltaba la sorpresa, desde luego, porque aunque es verdad que la existencia de una Doctora es una petición histórica de una parte de los aficionados de la serie y casi un meme que ponía en liza los problemas en cuanto a representación de minoría de la misma, no es menos cierto que la jugada necesitaba de muchas agallas por parte de los directivos de la Corporación que, desde ya, se enfrentan a la ira de la otra parte de los aficionados que entiende esta decisión como algo menos que una blasfemia al personaje.

Este tipo de pataletas sin sentido nada tienen que ver con la esencia del personaje o la serie y sí más con la incapacidad de muchos en ver que la  representación es (o debería de ser, porque lamentablemente queda mucho camino por recorrer) algo orgánico en lo narrativo y no una consecuencia del complot de Los Malvados Lobbies de lo Políticamente Correcto en su lucha por arrebatar de las manos del hombre todo lo que es bueno y puro. Pero lo cierto es que la cadena necesitaba como fuera dar un golpetazo de timón en el rumbo de Doctor Who y con este anuncio lo ha conseguido.

Porque en el fondo de la cuestión está el negocio y el negocio de emitir Doctor Who no se encuentra en su mejor momento. La serie ha acabado su décima temporada desde que volvió en 2015 con los peores datos de audiencia, habiendo perdido más de 2 millones de espectadores desde los días gloriosos de David Tennant. Es verdad que la guerra entre BBC e ITV y los consecuentes cambios y retrasos de horarios para favorecer a Strictly Come Dancing no han ayudado a crear un rutina de visionado tan importante a la hora de emitir una serie que trata de reunir a toda la familia en torno a ella. Cierto es que la de los horarios es una de las guerras que Steven Moffat perdió contra la cadena y que tanto él como Capaldi no paran de recordarle a todo aquel que le pregunte sobre el descenso de espectadores de la serie. Pero es evidente también que existe un hartazgo general y que ni la suma de acumulados de la emisión bajo demanda ayuda a maquillar los datos de audiencia en vivo.

La T.A.R.D.I.S., cada vez más smaller on the outside (FUENTE: The Irish News).

Y aunque el cambio de productor jefe siempre es significativo para el rumbo de la serie, era palpable que el fichaje de Chris Chibnall fue bien recibido no tanto por sus méritos propios (que para el que escribe los tiene) si no por significar el adiós de Steven Moffat. Es decir, aunque prometedora era una decisión no lo suficientemente ilusionante. Pero el plan por parte de la cadena era claro; hay que hacer que la gente vuelva a Doctor Who y que la serie sea relevante porque no pueden permitirse seguir perdiendo esa cantidad de espectadores año tras año.

La primera parte del plan estaba cumplida con Chibnall. Un guionista que ya había trabajado en la franquicia (trece episodios entre Doctor Who y Torchwood) y que por el camino había ganado fama y respeto de la crítica gracias a, curiosamente, una serie de la competencia, Broadchurch. Y con el asunto del jefe resuelto era tiempo de solucionar el problema mayor, el del protagonista. Después de ver como el fichaje de Capaldi no había funcionado era de esperar que se volviera a apostar por una cara más joven para repetir el éxito que tuvo Tennant y, esto es importante, el que tuvo Matt Smith fuera de las islas, convirtiéndose en la cara visible de la serie en su reconquista americana. 

Y que me aspen si Jodie Whittaker no cumple a la perfección a la hora de presentar un cara joven y amable. La tercera pata actoral responsable del éxito de Broadchurch y la única seleccionable (tanto Tennant como Olivia Colman ya habían aparecido en al serie) que confirma la necesidad de BBC por reunir un grupo de personas que les garantice el suficiente número de personas que encuentren la necesidad de volver cada sábado. Ahora bien, para que todo esto funcione será necesario comprobar hasta que punto tienen Chibnall y sus colaboradores libertad (o voluntad) de darle el vuelco necesario a una serie que lleva ya un par de años sufriendo de una agotadora sequía creativa y está enquistada en la complacencia. Afortunadamente las decisiones tomadas, por ahora, van por la buena dirección y ahora solo cabe esperar para ver como todos estos cambios se ven reflejados en las dinámicas de la serie. Al menos la ilusión ya la volvemos a tener.